viernes, 3 de junio de 2011

En un punto, todos somos ciegos


El punto en que el nervio óptico se une a la retina se denomina punto ciego porque no tiene células fotosensibles (sensibles a la luz). Por eso ese punto no ve nada. Normalmente no percibimos el punto ciego ya que al ver un objeto con ambos ojos la parte del mismo que llega sobre el punto ciego de uno de ellos, incide sobre una zona sensible del otro. Si cerramos un ojo tampoco seremos concientes de la existencia del punto ciego debido a que el cerebro normalmente nos engaña y completa la parte que falta de la imagen. Esta es la razón de que no fuese conocida la existencia del punto ciego hasta el siglo XVII.Hay un experimento para comprobar la existencia de este punto que es cerrar el ojo izquierdo y mirar con el derecho fijo una cruz wue dibujamos eparada de un circuilo por tres centímetros. La miramos a unos 20 cm de distancia y nos acercarnos lentamente a ella. Aun sin mirarlo, podemos distinguir el circulo a su derecha. Hasta que en un instante desaparece, y al acercarnos más vuelve a aparecer . Cuando desaparece, vemos el fondo continuo, porque nuestro cerebro procesa su ausencia “rellenando” el vacío con el fondo.
Aunque en la retina humana los bastones son veinte veces más abundantes que los conos, los conos tienen una respuesta cuatro veces más rápida que los bastones, lo cual los hace aptos para detectar cambios de movimiento veloces en los objetos y mayor riqueza en detalles espaciales y temporales. La mayoría de los conos se concentran en el centro y fondo de la retina, en un sitio llamado fóvea, el lugar de máxima agudeza visual. Los bastones abundan en zonas periféricas de la retina.Cerca de la fovea hay una región de la retina de color amarillo llamada macula lútea , que se calcula que sirve para cuidar que los rayos ultravioletas que entran al ojo no dañen a los conos de la fovea. Daltónicos o no, con la cornea se amarillea y por eso que muchos ancianos pierden la capacidad de distinguir tonos de violeta o azul.