jueves, 16 de julio de 2009

Un color innombrable


El color innombrable

Desde que el mundo el mundo, el ser humano se ha visto en el problema de no poder hallar pigmentos verdes que pueda usar a discreción. Las pinturas rupestres lucen casi todos los colores, menos el verde, porque no había de dónde obtenerlo. Las savias y los jugos de las plantas - cualquiera que haya secado plantas para hacer un herbario lo sabe - no segregan un jugo verde sino un pobre tono amarronado que se destiñe en poco tiempo.
¿Como pintar el color verde sin tener un color verde?
Esta pregunta se la hicieron civilizaciones enteras durante siglos. Y durante todo ese tiempo( y hasta épocas muy recientes), la única manera que tenían los pintores de lograr un verde era mezclando azules y amarillos, o pintando con amarillos traslúcidos los fondos azules. Pero en la Edad Media los pigmentos no podían mezclarse a riesgo, porque eran sustancias químicas muy reactivas, que puestas uno sobre la otra podían cambiar de color, y hasta estallar y quemar el lienzo.
Esta imposibilidad de lograr un color verde para uso artístico o práctico se tradujo que el verde no tuviera nombre en muchas lenguas, debido a que simplemente no había pintura de ese color.
El nombre del color verde no viene de la naturaleza, ni de los bosques, ni de las plantas, sino de las botellas de vidrio. Desde que los antiguos egipcios inventaron el vidrio, las botellas más comunes fueron siempre las verdes porque es el color de las impurezas habituales del sílice. Hacer vidrio transparente requiere un tratamiento extra en el proceso.
Al hacer artefactos de vidrio, los egipcios descubrieron que un residuo de su fabricación llamado “frita” – una pasta de arena y sosa no del todo fundida- podía usarse para hacer una pintura de verde. Es por eso que el nombre de este color en casi cualquier idioma deriva de la palabra en ese idioma que significa vidrio: vidro, verre, vetro. El nombre del verde en Europa del Norte- green , grün , groente - se presume que se deriva de la palabra “vidrio”- glas o glass o glaz,- en alemán, inglés, holandés o danés. La palabra celta glas en gaélico( el idioma de Gales, Gran Bretaña) significa “el color de los lagos de montaña”, que definía a cualquier color dudoso dentro de la gama del verde y del azul. En Europa antigua se le llamaba color glas al color gris verdoso, el gris oscuro o el verde azulado: el color cambiante del mar.
En la era previa a la imprenta de Gutenberg, las recetas para lograr los pigmentos se pasaban de mano en mano en manuscritos mal copiados, que mezclaban términos, los traducían mal o los malinterpretaban, logrando una confusión de nombres tan grande que aún hoy a veces no se sabe a que pigmentos se refiere el autor. Por ejemplo, el término sinople a veces refiere a un color rojo y otras veces a un color verde. Pero en verdad el sinople o sinopita era una tierra roja traída de la región de Sinope , frente al Mar Negro – hoy Turquía - , de un tono rojo sangre que se usaba para pintar murales medievales. Los franceses, confundidos, le llamaron sinople al verde así durante siglos. Sólo en 1415 decidieron evitar confusiones llamando, como todo el mundo, sinople al rojo y vert al verde. Pero en heráldica - la especialidad que estudia los escudos de familia- la confusión francesa perdura hasta hoy y en este metier se le sigue llamando tozudamente sinople al verde de los escudos de la nobleza.
¿Por qué tanto problemas para ponerle un nombre al verde? En parte, porque no había cosas verdes en la vida de las personas. Justamente porque no se conseguían pigmentos verdes .. Pero además, con sus infinitos matices, el verde es el color más complejo de describir. Si hablamos de un rojo amarillento, este es el naranja, y si queremos describir un rojo azulado, este se llama morado, púrpura o violeta. Pero un verde amarillento no tiene nombre, y mucho menos lo tiene un verde azulado, que hasta el día de hoy no tiene un nombre específico, salvo el moderno Verde Talo que es un pigmento sintético verde azulado, obtenido de la ftalocianina, descubierto recién en 1923 según algunos y en 1936 según otros. Pero hasta que nació el verde sintético, el color verde era casi indefinible. Hoy en día hay idiomas que aún no tienen una palabra para definir al color verde. En la lengua vietnamita y en la de los indios rarámuri de México (“tarahumaras”, en su deformación hispana) se usa la palabra amarillo o azul para describir al verde. En chino la palabra qing (青 ), puede significar tanto verde como azul. En el japonés moderno lo verde es midori y lo azul es ao , aunque en el pasado ambos nombres se usaban indistintamente y hoy en día, a la luz verde del semáforo se la sigue nombrando ao ( azul ) cuando todo el mundo sabe que es verde, y que ao es el color del cielo. En los kurdos le llaman şîn (azul) tanto al color de la lechuga como al azul del cielo, pero a las cosas verdes hechas por el hombre son de color kesk. Otras lenguas que confunden los terminos para verde y azul son el vietnamita ( “ xanh”) y el coreano ("puruda. Tambien en algunas lenguas africanas se usa la misma palabra para ambos colores. Galeses y celtas usan la palabra “glas” para definir tanto al verde como al azul y al color del mar, que cambia de tono durante el día, y de ahí viene “ glass”, vidrio en ingles.
El verde , color variable y extraño, siempre presentó problemas a la hora de bautizarlo. Ni hablar de lo difícil que es detectar verdes para los daltónicos, que pueden pasarse horas tratando discernir si algo es gris, verde o naranja.
Los artistas del pasado se solazaban bautizando con caprichosos nombres a pigmentos obtenidos en fórmulas aún más caprichosas, que dependían de cómo hiciera la mezcla el boticario de turno. Poniendo más o menos de cada sustancia para llegar a un pigmento diferente, el proveedor vendía cada día un verde distinto. Se consideraba afortunado el artista que conseguía un boticario tan meticuloso como para que durante años le vendiera el mismo pigmento sin que variara demasiado en tonalidad. El sueño del artista, por supuesto, era conseguir un color previsible, que no cambiara de tono cada vez que se lo encargara o preparara. Pero durante siglos este sueño fue una quimera imposible, porque los boticarios hacían pigmentos “a ojo”, poniendo más o menos de las sustancias que podían conseguir según la época del año, lo que encontraban en el mercado, y los productos importados que traían los barcos al puerto. Pedir un color era como pedirle hoy a una repostera que haga una torta idéntica a la que hizo ayer , o aun peluquero que te corte el pelo con un corte idéntico al del mes pasado : misión imposible. Sin embargo, nadie se cansaba de buscar un color verde que fuera más o menos estable.

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